La alarma sonó como todos los días a las 6:40. Me
quede mirando la leve luz del amanecer que se colaba por mi ventana, o en
realidad era la luz del poste que alumbraba mi habitación todas las noches. Una
vez mas me cuestionaba si levantarme o no. Esto ya es típico, imagino, de todas
las personas que llevan un ritmo de vida monótono. Un ronquido que venía de mi
lado izquierdo me hizo volver a la realidad. Ricardo llevaba conmigo casi un
año, creo que le podía llamar relación a estar con alguien acompañándote para
evitar caer en la oscuridad. Él se quedaba conmigo algunas noches ya que su
trabajo estaba cerca de mi hogar. Lo observe por unos segundos, él tenia esa
capacidad de despertar cuando alguien lo miraba, era como un radar.
- ¿Seguro que no puedes
pedir el día? – preguntó bostezando mientras se acomodaba.
- Estoy muy seguro. Hoy
tenemos el término de la auditoria y aún nos quedan algunas cosas que hacer.
- ¿Quieres que vaya por
ti cuando salgas? – Su voz relajada me incitaba a quedarme acostado más tiempo.
- Tranquilo, tal vez me
quede hasta mas tarde. Deberías descansar, así que quédate todo el rato que
necesites. Hoy tienes libre, así que aprovéchalo. – le di un beso en la frente
y le acaricié la mejilla. Acto que le sorprendió un poco, ya que siempre era él
quien tenía gestos más románticos.
Me levanté y fui directo a la ducha. El agua como
siempre ayudaba a limpiar no solo el cuerpo, si no que me ayudaba a limpiar mi
alma de esos oscuros pensamientos que de vez en cuando rondaban en mi mente, ya
eran pocos, pero de vez en cuando aparecían. Ricardo había llegado en el momento
exacto para evitar mi destrucción, para evitar que hiciera algo más estúpido.
Si bien él era el único que podía entender como me sentía, mis sentimientos por
el no eran los mismos. Era mas de un amigo, un compañero.
Salí de la ducha, me pare frente al espejo empañado,
lo limpié un poco para ver mi rostro. Me observé por unos minutos para poder
ver al antiguo Daslav. Ese que soñaba con conocer New York, que quería gritar
“¡Taxi!” tal como en las películas, ese que quería comprar un café en la calle
o un hot dog; ese que sentía pasión al andar en skate con su mejor amigo y que
le no le importaba caerse y golpearse las rodillas; el chico tonto pero que
quería tener una vida. Ya solo veía ojeras de cansancio y ganas de desaparecer,
pero que había prometido no hacer algo más por quienes aún estaban a su lado.
El olor a pan tostado me hizo volver a la realidad.
- Tengo listo el
desayuno, cuando quieras bajas y lo comemos. - Dijo tras de la puerta.
- Bajo en unos minutos.
- contesté apoyándome en el lavamanos.
Busqué la ropa que había dejado lista la noche
anterior, mi camisa blanca sin planchar, los jeans azules y las botas café. Mi
nuevo trabajo me permitía ir un poco mas libre. Atrás quedaron los días de
trabajar en el hotel, atrás quedaron los sueños de irme a las Torres del Paine.
Sin embargo, me agradaba mi empleo actual. No tenía un gran sueldo, pero me permitía
pagar las cuentas básicas y darme ciertos lujos que antes no podía. Tras terminar el técnico en traducción de
inglés, encontré trabajo en un colegio, bueno fue todo mérito de Ricardo, él me
ayudo en muchas cosas. Ahora no hacía nada referente al idioma, y eso me
gustaba porque así mantenía lejos mi vida pasada. Ricardo además de ser mi
compañero me daba ánimos para seguir y creer que la vida tiene otro sentido más
que estar acostado y bebiendo alcohol.
Ricardo trabajaba en un restaurant, es el Chef
estrella y admirado por todos sus comensales. El restaurant quedaba lejos de su
casa y me había pedido permiso para quedarse en la mía cuando salía tarde. Yo
no le pude decir que no, era muy amable. Tan amable, tan bueno que no podía
entender que esperaba de mí. La mesa estaba lista, había café recién preparado,
tostadas con mermelada de mora y un trozo de pastel que trajo a escondidas de
su trabajo. La radio de la cocina estaba encendida y alcance a escuchar las
ultimas frases de una canción de Los
Smiths. Ya estaba retrasado, así que tome un sorbo de café y una tostada.
- ¿Quieres que te
coloque la torta en un pote? - Vio mi apuro en mi cara – Así tienes algo de colación
para la mitad de mañana.
- No te preocupes,
cuando vuelva la como. – Di otro sorbo al café. Me gustaba su café, tenía algo
que lo hacía más rico del que preparaba yo. ¿Será por que sabe de cocina? No lo
sé, pero era rico.
- No te obligaré a que
comas, pero si puedes, hazlo. – Me repitió mientras guardaba el trozo de torta
en el refrigerador.
Ricardo me entendía bien, había pasado por algo
similar en su vida y nunca me obligaba a hacer algo que no quería. Me dejaba
libre de tomar mis decisiones y eso me hacía sentir bien.
Me coloque el abrigo, tome las llaves del auto y mi
mochila. Él me siguió hasta la puerta y me entrego una bolsita con pasas,
nueces y almendras. Las guardé y me dio un beso. Sus besos me hacían sentir que
todo estaría bien y muy relajado. Su barba hacía cosquillas en mi cara. Ricardo
era del mismo porte que yo. Era tres años y un día mayor. Me apretó juntó a él
y sentí como sus brazos me quitaban el poco aire que tenía dentro. Su erección
en ese minuto me provoco ganas de llevarlo a la cama y que desatáramos nuestros
cuerpos, pero ya era tarde así que lo aleje de mí. Le revolví el pelo como lo
hacía Leandro conmigo y salí de la casa.
El taco era horrible. Siempre que Ricardo se quedaba
en mi casa llegaba tarde. Si bien el horario de entada al colegio era a las
8:30 me gustaba llegar antes. Encendí la radio del auto y de esa manera no
escuchar los bocinas del exterior. Solo quería música y la sintonicé en la
primera canción que encontré. Coloque las manos en el volante y trate de
concentrarme. El auto lo compre con el dinero que logre sacar de la venta de la
casa después de la muerte de mi madre producto del cáncer. Ella fue la mujer
más valiente. Mantuvo en secreto tantas cosas para no verme mal que al final ya
no pudo. Lloré mucho su partida. Ya no tenía a nadie que me apoyará. Ahí fue
cuando apareció Ricardo y me ayudo a salir del oscuro agujero que había tomado
mi camino.
Además del auto, compre una pequeña casa lejos de la
vida que tenía. En realidad, no era tan lejos, pero ya no estar en el mismo
lugar de siempre era lo mejor. Los Andes tenía su atractivo, es una ciudad que
esta en crecimiento debido a la minería. Puedes ir a todos lados a caminando. Si
bien recordaba cada paso que había dado, ya no sacaba nada con seguir en un
lugar donde solo me traía recuerdos malos y no me dejaría avanzar.
Llegué al colegio cinco minutos tarde y maldije a
Ricardo en mi interior por hacerme comer tan temprano. Trabajaba con la
asistente social, ella estaba a cargo de un programa donde becaban a algunos
niños de escasos recursos que postulaban para iniciar sus clases en el mundo
privado. Ella ayudaba a conseguir el financiamiento demostrando que aquellos
jóvenes tenían la capacidad demostrar a los sostenedores sus logros en el
inicio prematuro de las artes. Había músicos, bailarines, cantantes,
deportistas y gimnastas. De donde venían, les era imposible solventar los
gastos que conllevaba dedicarse a estas disciplinas, es aquí donde entramos
nosotros. Me gustaba ver como avanzaban en sus pequeñas vidas, más aún se
sentían apoyados. Sus familias eran los mas felices y cada vez que podían nos
llevaban algún regalito de agradecimiento.
Alicia, la asistente social era una mujer de
alrededor de 45 años, nunca me había atrevido a preguntarle su edad, eso no me
importaba. Llevaba 20 años en el mismo lugar de trabajo. Ya conocía donde
ubicar los futuros talentos y era una persona muy agradable, eso era típico en
el rubro. Cumplía a la perfección el perfil de la asistente social, ya que
siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. Ella era la tía de Ricardo, y
conocía mi historia, bueno, una parte de ella. Cuando la conocí obvié muchos
detalles que ya no quería recordar, sin embargo, entendió que cuando llegará el
momento yo abriría mi corazón y dejaría que todo mi peso de lado. Al igual que
Ricardo, me entendía. Entendía mis silencios, entendía mis gestos, no hacían
falta las palabras.
En
el tiempo que llevaba trabajando ahí, me encariñe con varios chicos, muchos de
ellos no pudieron seguir en el programa, ya que las exigencias eran altas y los
sostenedores querían resultados y si no los veían los niños debían salir del
lugar. Es aquí cuando intercedíamos por ellos y para darles segundas
oportunidades. Aún recuerdo al primer niño que ayude, Benjamín, le decían Benji
le gustaba mucho jugar a la pelota en su antigua escuela y en una de las
visitas que hicimos a su hogar, quede sorprendido al saber que vivía junto a
sus tres hermanos en una pequeña casa que solo tenia dos habitaciones. A. ver
estas realidades me di cuenta que hay gente que puede vivir y seguir. Al ver su
sonrisa cada vez que jugaba por el equipo del colegio, me alegraba, me hacia sonreír.
Ricardo decía que iba a traer un día a ese niño a comer para puro verme reír.
Yo respondí con “cállate”.
- ¡Daslav! Pensé que ya
no llegabas- Alicia estaba en su escritorio revisando unos documentos. Siempre
iba muy bien arreglada, me hacia recordar a Anita. ¿Qué será de ella?
- Marque mi entrada con
solo cinco minutos de retraso, esta vez su sobrino no saldrá victorioso. - Si
algo quedaba de mi antiguo yo era la puntualidad, odiaba llegar tarde algún
lugar, mas aun cuando se trata de trabajo.
- ¿Cómo esta ese
ingrato? Hace tiempo que no me va a ver- le dio un sorbo a su café.
- Cada vez mas pesado,
que bueno que usted no tiene que lidiar con él todos los días. - Ella me acerco
un capuchino. Todos los días me compraba uno de camino al colegio.
- Podrían venia a almorzar
el fin de semana. Claudia estará feliz de verlos- ¿Fin de semana? ¿Salir? Yo
tenia pensado en quedarme mirando el techo de mi habitación todo el día o ver
la maratón de Harry Potter en el TNT.
- Ya tenia algunos
planes que hacer, pero veré si puedo cambiarlos. - Alicia levanto una ceja y
río. Sabía que no haría nada interesante.
- Bueno, me confirmas.
Ahora debemos terminar este papeleo para los auditores así que ponte las pilas.
- ¡Como diga jefa!
Trabajar ayuda bastante, soy de los que evita pensar
en su vida con el trabajo. Aquí me siento que hago algo bien, y logro
despejarme. Algunos lo hacen ejercitándose, otros con dibujando, mi antiguo yo
lo hacía escribiendo, pero después de romper mi computador juré que no lo haría
más. ¿De qué me sirvió tanto tiempo gastado en expresar en líneas lo que
sentía? Solo quedaron ahí, apolillándose.
Alrededor de las seis de la tarde ya habíamos
entregado a los auditores los documentos necesarios sobre los gastos, rendición
de cuentas de lo que hemos hecho este año. Le avise a Alicia que saldría a
fumar un cigarro y que regresaba en unos minutos. Le compré un café al
caballero del negocio de la esquina fuera del colegio y me senté en una pequeña
banca en la placita que había junto al colegio. Algunos niños jugaban ahí con
sus padres y me fue imposible no recordar como lo hacía con mi madre cuando pequeño.
¿Qué pensará de mí? Obviamente no estaría orgullosa de como he llevado mi vida
hasta ahora, pero aun así me apoyaría. Me diría que me sentará junto a ella y
con una taza de té comentaríamos lo que sucedía. Sin embargo, los recuerdos ya
no dolían tanto. Respiré y encendí el cigarro. El cielo comenzaba a oscurecer y
la brisa fría de ese primer día de invierno se colaban por mi ropa hasta llegar
a cada parte de mi cuerpo. Aun seguía amando el invierno, la lluvia, los días
nublados, la melancolía de esta estación era lo mejor, era como yo, de una
existencia triste, pero que debía estar sí o sí. Mire mi celular sin Internet
para ver cuánto tiempo había divagado desde que salí del colegio. Debía volver
donde Alicia, para saber si necesitaba algo más, pero en ese momento no tenía
ganas de hacerlo. Quería quedarme un rato más ahí, observando a la gente
caminar apurados a sus casas. Volví a ver el celular y solo habían pasado diez
minutos, fueron diez minutos de estar ahí conmigo, en la poca tranquilidad que
puedes tener en esta gran ciudad. Me quede mirando una vez mas el celular, pero
esta vez fue diferente. Recién me había percatado que el próximo domingo era
27, el cumpleaños de Valentín. ¡Maldito Valentín!
awwww q bueno q volviste das... sigue escribiendo soy tu fan N*1 ����
ResponderEliminarGracias. :)
Eliminaromfg!!! 0..0
ResponderEliminar:)
EliminarHola das. Qué bueno q volviste!!!! Cuando nuevo caoitulo? Saludos
ResponderEliminarHola.
EliminarEspero que la próxima semana. Estoy afinando detalles.
Saludos para ti. :)
Y q te había pasado?
ResponderEliminarnos salen canas esperando ajjajajaja...
ResponderEliminarSaludos Daslav.
Que buen regreso....me intriga saber que te paso... y ¿a que se debe el repentino recuerdo del cumpleaños de Valentin?....Cuídate, Saludos
ResponderEliminaralgún día volveras? :(
ResponderEliminarel destino miserable de este blog es no saber nunca como va a terminar la historia. Solo me queda imaginar que de una manera triste y desoladora. Esa es la unica manera de ver el mundo de el autor
ResponderEliminarJUNIO DE 2020, SE ACERCA EL CUMPLEAÑOS DE VALENTÍN...
ResponderEliminar23/06, falta menos...
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