viernes, 21 de agosto de 2015

CAPITULO 7

     Siempre me enseñaron que no debía conversar con extraños y menos subirme a un auto de algún desconocido. Mi madre o cualquiera de mis amigos que me hubiese visto en ese momento estaría enojado conmigo, pero este es otro caso. Valentín no era un desconocido. Él ya sabía dónde vivía, como me llamaba y que es lo que hago. Si le sumamos que yo sé a lo que se dedica, y más aún que desde mañana será mi jefe, no veo donde está la desconfianza.

    Su auto era un Hyuandai Veloster negro, ventanas polarizadas, había un leve olor a chocolate en su interior. Debo admitir que se veía tan atractivo conduciendo, era el mejor regreso a casa.

   Desde el Hotel a donde yo vivo, son alrededor de 45 minutos en auto, eso nos daba tiempo para hablar. Me subí, sentía nervios, además que tenía muchas preguntas en mi cabeza:

- ¿Cómo estás?- preguntó el para romper el silencio
- Emm muy bien. ¿Y usted señor Henríquez?- una sonrisa pude divisar en su cara.
- Muy Bien... Qué pequeño es este mundo ¿No crees?
- Bastante pequeño- mis nervios estaban a full, si no fuera por el movimiento del auto, Valentín se hubiese dado cuanta de mi estado
- Jajaja me da alegría que trabajes conmigo, pero tengo una duda: al verme ¿Por qué no levantaste la mano de inmediato?- hubo un silencio de varios segundos antes de responder. No pensé que me haría esa pregunta. Los nervios se multiplicaron
- No lo se, estaba pensando muchas cosas en ese momento- respondí. Nos detenemos en un semáforo en luz roja. Valentín voltea su cara para observarme, yo mantengo mi vista en las luces. Nunca me ha gustado que me miren a la cara sin decirme algo, en esta situación los nervios no se me irían.
- ¿En que pensabas?- pone en macha el auto y mira al frente.
- Pensaba en lo pequeño que es el mundo- él vuelve a sonreír. Cada vez que lo hace me encanta, es algo que me gusta y esperaba que hiciera.
- Bastante pequeño- imita mi respuesta, yo suelto una carcajada- ¡Eso me gusta! Que te rías, así dejas de estar nervioso. Además ya nos conocemos- ¡Maldición! Se ha dado cuenta de lo nervioso que estoy, con cada palabra que dice mas me gusta. Me quedo en silencio por unos minutos.
- ¿Qué pensó cuando me vio Señor Henríquez?-pregunté.
- Pero dejemos el formalismo de lado- respondió riéndose.
- Usted será mi jefe, le debo el respeto- lo miró a la cara, el me mira mientras se detiene el auto en un nuevo semáforo en rojo.
- Vamos a hacer algo, cuando estemos fuera del trabajo, me tratarás de tú. Dejemos lo formal para el Hotel. ¿Entendido?
- Me parece bien- asiento con mi cabeza- No has respondido a mi pregunta… Valentín.
- ¡Así me gusta!- con una gran sonrisa. Rápidamente giro mi cabeza para mirar hacia la ventana. Él pone en marcha nuevamente el auto.- Respondiendo a tu pregunta. Nunca me imaginé encontrarte aquí, al verte me sentí muy bien. Mi deseo era que te quedaras, por eso hice la pregunta, para poder demostrar lo agradecido que estaba de que me devolvieras el pendrive. No levantaste la mano y quería que lo hicieras – Tomó aire y continuó – Luego esa chica levanta la mano. Entonces paso por mi mente darte otra oportunidad y bueno ambos sabemos lo que sucedió.
- Gracias- dije mirando el suelo del auto- No tenías por qué hacer esto. Lo del pendrive fue algo que debería hacer todo el mundo.- puso en marcha nuevamente el auto.
- Pero todo el mundo no lo hace- me responde y un silencio se produce.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?- nuestras miradas se conectaron y afirmó con su cabeza- ¿Por qué viajabas en autobús aquella noche?
- ¡Uff!… ¡Ese día fue terrible! La mala suerte se apoderó de mí. Cuando salí de casa esa mañana; dos neumáticos de mi auto estaban pinchados y no tenía tiempo para cambiarlos. Tome un taxi en dirección al Hotel. En la tarde vi que venía el autobús y subí- respondió sin quitar sus ojos de mí. Dos cosas me ponían nervioso en ese momento: que me miraba detenidamente y la otra que no prestara atención al camino.
- Ahh, entiendo.   Lo primero que me pregunte cuando te presentaron como gerente del Hotel fue hacías en un autobús- ¡Benditos semáforos en rojo!
- No siempre he tenido auto, antes también usaba ese transporte- contestó riéndose. Estábamos a veinte minutos de mi casa estacionados en uno de los semáforos, esperando que cambiara la luz- ¿Qué vas a hacer ahora?
- Mmm tal vez salir a andar en bicicleta- respondí
- Tus planes han cambiado, pues te invito a comer y lo que menos espero es un no de respuesta. Lo observé y no podía creer que me estuviera invitando. Mis manos sudaban.
- Pero me imagino que una persona como tú está muy ocupada, no creo que tengas tiempo para comer con un desconocido- le dije desviando la mirada al semáforo nuevamente.
- Punto uno: no eres un desconocido, punto dos: si te invito es porque puedo y punto tres: repito, lo que menos quiero es un no por respuesta. ¡Conozco un lugar que te encantara!

    Puso en marcha el auto y giro en dirección contraria a mi casa.